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Mitología norteña

15/03/2020

Y ahora, seguidamente, para esa rama particular de la raza aria, en la que ha surgido este especial desarrollo de la tradición común, que debemos estimar como «Cuentos populares norteños».

¿Cualquiera que hayan existido las disputas en lo que se refiere a la mitología de otras ramas de la subdivisión teutónica de la raza aria?cualesquiera que hayan surgido las discusiones sobre la situación de esta o bien esa divinidad entre los francos, los anglosajones, o bien los goteos-sobre los norteños no puede haber ninguna disputa o bien duda. De una pluralidad de circunstancias, mas 2 ya antes de todo el resto?el de su asentamiento en Islandia, que conservaba su lenguaje y sus tesoros literarios incorruptos; el otro su conversión tardía

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to el cristianismo?su cosmogonía y mitología están ante nosotros en plena flor, y no tenemos, como en otros lugares, recoger y unir los fragmentos miserables de una fe, los artículos de los que sus sacerdotes se habían olvidado de comprometerse a redactar, y que los de otro credo se habían descompuesto y destruido, en cualquier parte que sus recelosas manos pudiesen llegar. En las 2 Eddas, por ende, en las primeras Sagas, en el latín asaltado de Saxo, que apenas oculta las canciones y leyendas populares de las que el historiador extrajo sus materiales, estamos habilitados para formar una concepción perfecta del credo de los norteños paganos. Estamos habilitados para rastrear, como ha sido trazado por exactamente la misma mano en otro sitio, 1 el desarrollo natural y racional de ese credo de una simple veneración de la naturaleza y sus poderes, primero al monoteísmo, y después a un sistema politeísta. El sistema terciario del politeísmo es el suelo del que brotó la mitología de las Eddas, si bien a través de ella cada una de las formaciones más viejas se desarrolla en enormes masas que no aceptan ningún fallo en lo que se refiere a su origen. en los Eddas los poderes naturales han sido parcialmente sometidos, parcialmente empujado por una parte, por un tiempo, por Odín y ?sir, por el Gran Padre y sus hijos, por Un Supremo y 12 dioses subordinados, que rigen por todo el tiempo señalado, y sobre los que cuelga un destino inminente, que da un encanto de melancolía a este credo, que se ha aferrado a la raza que una vez creyó en ella mucho más tarde de que el credo mismo haya desaparecido frente a la luz del cristianismo. Conforme este credo, el ?sir y Odín tenían su morada en Asgard, una colina elevada en el centro de lo habitable

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cero, en la mitad de Midgard, esa tierra media de la que escuchamos en la poesía inglesa temprana, la morada de dioses y hombres. Cerca de esa tierra, que estaba cercada contra los ataques de los viejos y también inveterados oponentes por una fortificación natural de colinas, fluía el enorme mar en un anillo, y alén de ese mar estaba Utgard, el planeta exterior, la morada de los Gigantes de Escarcha, y los monstruos, esos viejos poderes naturales que habían sido despojados por Odín y el ?señor cuando brotó el nuevo orden del cosmos, y entre quienes y los nuevos dioses una batalla tan inveterado como la apreciada por los colosos contra Júpiter se sostuvo necesariamente viva. Es verdad que esta disputa se rompió por intervalos de tregua a lo largo de los que el ?sir y los Gigantes se visitan entre sí, y aparecen en términos aproximadamente amistosos, mas la auténtica relación entre ellos era la guerra; aproximadamente como el norteño estaba en guerra con todo el resto del planeta. Tampoco esta lucha entre 2 razas contrincantes o bien poderes se limitó a los dioses en Asgard únicamente. Como sus viejos contrincantes eran los Gigantes de Escarcha y Nieve, conque entre la raza de los hombres y la raza de Trolls estaba allá una disputa perpetua. Como los dioses eran hombres agrandados y exagerados, asimismo lo fueron los Trolls redujeron a los Gigantes de Escarcha; superior al hombre en fuerza y estatura, mas inferior al hombre en el ingenio y la invención. De la misma manera que los Gigantes de Escarcha, habitan los lugares ásperos y escarpados de la tierra, y, históricamente hablando con toda probabilidad, representan a las viejas razas indígenas que se retiraron a las solideces montañosas de la tierra, y cuya fuerza era exagerada, por el hecho de que el coito entre las razas era pequeño. En prácticamente todos los aspectos están en exactamente las mismas relaciones con los hombres que los Gigantes de Escarcha se hallan con los dioses.

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Hay nada quizá, más propio de un auténtico, en comparación con una religión falsa, que la inquietud de uno cuando se lleva frente a frente con la apacible dignidad y majestad de la otra. Bajo la dispensación cristiana, nuestro bendito Señor, su terrible sacrificio una vez efectuado, «ascendió en lo alto», habiendo «llevado cautivo al cautiverio», y espera la hora que va a hacer a sus contrincantes «su taburete»; mas los dioses falsos, Júpiter, Vishnu, Odín, Thor, deben sostenerse continuamente, por decirlo así, frente a los ojos de los hombres, a fin de que no pierdan el respeto. Semejantes dioses son sin variación lo que los pensadores llaman subjetivos, esto es, no tener existencia salvo en la psique de aquellos que creen en ellos, habiendo sido creados por el hombre a su imagen, con sus deseos y pasiones, están en incesante necesidad de ser reconstruidos. Cambian como los hábitos y el carácter de la raza que los adora alteran; siempre y en todo momento tienen la obligación de hacer algo fresco, no vaya a ser que el hombre los olvide, y nuevas divinidades usurp su sitio. Por eso viniesen inacabables avatares en la mitología Hindoo, reproduciendo todas y cada una de las barbaridades de ensueño de esa psique india pasiva. De ahí vinieron las aventuras de Jove, teñidas con toda la lascivia y la argucia que la maldad del hombre natural plantada en un lecho caliente de injusticia es capaz de concebir. De ahí el sanguinolento Moloch, y las abominaciones de Chemosh y Milcom. Por tanto, asimismo, las incontables aventuras de Odín, sus viajes a todas y cada una unas partes del planeta, sus incesantes pruebas de ingenio y fuerza, con sus viejos oponentes los Gigantes de Escarcha, su pan de pelo escapa.Por eso los trabajos y los trabajos de Thor, sus pasajes alén del mar, se enmarañen con su cinturón de fuerza, utilizando sus guantes de hierro, y sujetando su martillo, que dividió los cráneos de tantos de los familiares y familiares del Gigante.

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[el parágrafo continúa] En los dioses norteños, entonces, vemos al mismo norteño, excelente y elevado alén de la naturaleza del hombre, mas llevando consigo su bravura y resistencia, su guion y espíritu de aventura, su fortaleza y resolución para batallar contra una certidumbre de la fatalidad que, tarde que temprano, debe; superarlo en ese día de terror, el «crepúsculo de los dioses», cuando el lobo iba a soltarse, cuando la enorme víbora que estaba enrollada alrededor del planeta debería azotarse a sí en la ira, y toda la raza de los ?señors y sus oponentes iban a morir en

el sfe.

Such eran los dioses en los que el norteño creía, ?exageraciones de sí, de sus buenos y sus malas cualidades. Su poder y sus aventuras, sus disputas familiares y cierta perdición, fueron cantadas en honorables laicos, ahora recogidos en lo que llamamos el Anciano, o bien Edda poética; canciones majestuosas simples, cuyos acentos suaves van de forma directa al corazón a través del oído, y cuya severidad simple jamás nos padece para confundir su significado. Mas, aparte de estos dioses, había héroes de la raza cuya fama y gloria estaban en la memoria de cada hombre, y cuyas poderosas obras estaban en la boca de cada juglar: Helgi, Sigmund, Sinfj?tli, Sigurd, Signy, Brynhildr, Gudrun; vencedores y doncellas de escudo, secuaces y corse-eligedores, ahora fallecidos y desaparecidos, que se sentaron cerca de la tabla de Odín en Valhalla; mujeres cuya belleza, males y sufrimientos estaban alén de los de todas y cada una de las mujeres; hombres cuya habilidad jamás había encontrado un igual. Entre estos, el amor y el odio; todo cuanto puede promover la pasión o bien engendrar venganza. Matrimonios mal surtidos; el hombre adecuado a la mujer equivocada, y el hombre equivocado a la mujer correcta; envidias, celos,

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desos, asesinatos, todas y cada una de las obras del hombre natural, se combinan para formar esa fantástica historia que empieza con una maldición?la maldición del oro mal hecho;? y acaba con una maldición, la maldición de una viuda, que arrastra a todos sobre los que cae, e inclusive su carne y sangre, a determinada perdición. Tal fue el tema del fantástico Volsung Tale, el más viejo, más simple y más grande original de esa Necesidad Nibelunga del siglo XIII, un cuento que empieza con la matanza de Fafnir por Sigurd, y acaba con Hermanaric, «ese fiero rompecismo», como lo llama el jugán anglosajón, cuando describe, con veloces toques, las glorias míticas de la raza teutónica.

Esta fue la historia de los Volsungs. Se remontan, como todos y cada uno de los héroes, a Odín, el enorme padre de dioses y hombres. De él afloró Sigi, de él Rerir, de él Volsung, arrancado del vientre de su madre tras un rodamiento de 6 años, para transformarse en el Eponymus de esa conocida raza. En el centro de su sala medró un roble, cuyo leño alto pasaba por el techo, y sus ramas se extendían por todos lados en el aire superior. En esa sala, en un día de celebración, cuando Signy, la hija de Volsung, iba a ser regalada a Siggeir, rey de Gothland, se dirigió a un viejo convidado tuerto. Sus pies estaban desnudos, su manguera era de lino de punto, llevaba una enorme capa a listas, y un extenso sombrero aleteando. En su mano llevaba una espada, que, de un golpe, condujo hasta la empuñadura en el leño de roble. «Ahí», afirmó, «que él de toda esta compañía lleve esta espada que es suficientemente hombre para sacarla. Se lo doy, y absolutamente nadie afirmará que jamás llevó una hoja mejor. Con estas palabras desfalleció fuera de la sala, y no se vio más. Muchos lo procuraron, por el hecho de que esa espada era meridianamente una cosa de coste, mas ninguna

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podría agitarlo, hasta el momento en que Sigmund, el mejor y más valiente de los hijos de Volsung, probase su mano, y, lo! el arma se rindió al unísono. Esta fue la conocida hoja Gram, de la que volveremos a escuchar. Sigmund lo llevó en la batalla contra su cuñado, que discutió con él sobre esta espada, cuando Volsung cayó, y Sigmund y sus diez hermanos fueron tomados y atado. Todos fallecieron menos Sigmund, que fue salvado por su hermana Signy, y se lo prohibió en un bosque hasta el momento en que pudo vengarse de su padre y sus hermanos. Acá con Sinfj?tli, que era al unísono su hijo y sobrino, corrió como un lobo a través del bosque, y forjó muchas acciones salvajes. Cuando Sinfj?tli era mayor de edad para asistirlo, proceden a la venganza, y queman vivo al traicionero cuñado, con sus seguidores. Sigmund entonces recobra el reino de su padre, y en la extrema vetustez muere en la batalla contra los hijos del rey Hunding. Justo cuando estaba a puntito de dar la vuelta a la riña, un guerrero de más que poder mortal, un hombre tuerto con una capa azul, con un sombrero aleteando, se levantó contra él lanza en mano. En esa lanza extendida Sigmund se sacó con su espada de confianza. Se rompe en 2. Entonces sabe que su suerte se ha ido; ve en su contrincante Odín el dador de la espada, se hunde en el campo de batalla sanguinolenta, y muere en los brazos de Hjordis, su joven esposa, rechazando a todos y cada uno de los sanechcraft, y también inclinando la cabeza a la voluntad de Odín. Por la suerte de la guerra, Hjordis, llevando un bebé bajo su faja, llegó a manos del rey Hialprek de Dinamarca; allá dio un hijo a Sigmund, Sigurd, el amor de la canción y la historia teutónica. Regin, el herrero del rey, era su padre adoptivo, y conforme el pequeño medraba el más justo y robusto de todos y cada uno de los Volsungs, Regin, que era de la raza enana, lo instó

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día día a hacer una escritura de masa, y matar a Fafnir el Dragón. Para Fafnir, Regin y Otter habían sido hermanos, hijos de Reidmar. En uno de sus muchos indigentes, Odín, Loki y H?nir llegaron a un río y una fuerza.Allá, en la ribera bajo la fuerza, vieron una nutria con un salmón en la boca, que comía codiciosamente con los ojos cerrados. Loki tomó una piedra, la tiró y mató a la bestia, y se vanaglorió de de qué manera había logrado pescado y carne a un tiro. Entonces el ?señor pasó y vino de noche a la casa de Reidmar, solicitó un alojamiento, lo logró, y der leyó su botín. «Apoderarse y anudarlos, muchachos», exclamó Reidmar; «por el hecho de que han matado a tu hermano nutria.» Con lo que fueron capturados y obligados por Regin y Fafnir, y ofrecieron una expiación para adquirir el feudo, y Reidmar iba a nombrar la suma. Entonces la nutria se derrumbó, y el ?sir eran para completar la piel de oro rosa, y cubrirlo sin, que no se podía ver un pelo. Para buscar el oro Odín mandó a Loki a las moradas de los Elfos Negros; allá en un riachuelo capturó a Andvari el Enano, y le hizo abandonar a todo el oro que había acaparado en la roca pedregosa. En balde, el enano suplicó y rezó a fin de que guardase un anillo, pues era la fuente de su riqueza, y anillo tras anillo cayó de él. «No; ni un centavo debería tener», afirmó Loki. Entonces el Enano puso una maldición en el anillo, y afirmó que había de ser la bane de todo hombre quien la tuvo. «Tanto mejor», afirmó Loki, y cuando retornó, Odín vio el anillo lo justo que era, y se lo guardó para sí mismo, mas le dio el oro a Reidmar. Con lo que Reidmar llenó la piel de oro lo más lleno que pudo, y la puso en el extremo, y Odín vertió oro sobre ella, y la cubrió. Mas cuando Reidmar lo miró se vio aún una cana, y la vida

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asimismo cubren eso, en caso contrario la expiación estaba en su fin. Entonces Odín sacó el anillo y lo puso sobre las canas. Conque el ?sir fue liberado, mas ya antes de irse, Loki repitió la maldición que Andvari había puesto sobre el anillo y el oro. Pronto empezó a marchar. Primero, Regin solicitó algo del oro, mas ni un centavo daría Reidmar. Con lo que los 2 hermanos juntaron sus cabezas y mataron a su señor. Entonces Regin le suplicó a Fafnir que compartió el oro con él. Mas, «no», Fafnir era más fuerte, y afirmó que debía sostenerlo todo mismo, y Regin era mejor que se fuera, salvo que quisiese pasar de exactamente la misma forma que Reidmar. Con lo que Regin debió volar, mas Fafnir tomó la manera de un dragón; «y allá», afirmó Regin, » yace en el ‘Glistening Heath’, rebosante cerca de su tienda de oro y cosas bellas, y de ahí que deseo que lo mates». Sigurd le afirmó a Regin, que era el mejor de los herreros, que le forjara una espada. 2 están hechos, mas los dos se rompen en el primer golpe. «No son verdad , como y tu raza», chilla Sigurd. Entonces se dirigió a su madre y le suplicó los pedazos rotos de Gram, y de ellos Regin forjó una nueva hoja, que clavo el tas en la herrería, y cortó un candado de lana llevado sobre él por un riachuelo que corre. «Ahora, mátame, Fafnir», afirmó Regin; mas Sigurd primero debe descubrir a los hijos del rey Hunding, y vengar la muerte de su padre Sigmund. El rey Hialprek le presta fuerza; por la guía de Odín los halla, golpea a su ejército y mata a todos esos hermanos. A su regreso, su padre adoptivo aún lo pone en huevo para matar al Dragón, y de esta manera para sembrar que aún quedaba un Volsung. Conque, armado con Gram, y montado en la abuela, su buen comedero, a quien Odín le había enseñado a seleccionar, Sigurd cabalgó hasta el «Brisquido»,

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dug un hoyo en el camino del dragón, y lo mató mientras que pasaba sobre él cara abajo para tomar en el río. Entonces Regin se aproximó, y el viejo sentimiento de venganza por la sangre de un hermano se hizo fuerte, y como expiación, Sigurd debía asar el corazón de Fafnir, y llevarlo a Regin, quien se deshizo de su sangre del Dragón, y se acostó a dormir. Mas como Sigurd asó el corazón, y se preguntó si pronto se haría, lo procuró con el dedo para poder ver si era suave. El asado caliente le quemó el dedo, y lo puso en su boca, y probó la sangre de vida del Dragón. Entonces en un instante comprendió el canto de los pájaros, y barba como las golondrinas sobre su cabeza afirmó una al otra: «Ahí estás sittest, Sigurd, asando el corazón de Fafnir. Cómetelo mismo, y llegar a ser el más sabio de los hombres. Entonces otro dijo: «Ahí yace Regin, y significa mentir al que confía en él». Entonces un tercero dijo: «Que Sigurd se corte la cabeza entonces, y de esta forma sea dueño de todo el oro mismo.» Entonces Sigurd fue a Regin y lo mató, y se comió el corazón, y cabalgó en la enorme guarida de Fafnir, y tomó el botín y cargó su buen comed con él, y se fue.

Y ahora Sigurd era el más conocido de los hombres. Todas y cada una de las canciones y también historias del Norte lo transforman en el preferido de esa temporada. Habitan en su pelo suave, que cayó en grandes mechones de cobrizo dorado, en su barba tupida de tono auburn, sus rasgos rectos, sus mejillas rojizas, su frente ancha, su ojo refulgente y penetrante, de los que pocos se atrevieron a encontrarse con la mirada, sus extremidades cónicas y articulaciones bien unidas, sus hombros anchos y su altura impresionante. «Tan alto que era, que mientras que andaba a través del centeno adulto, girt con Gram la punta de la vaina termina de tocar las orejas de maíz.» Listo de lengua asimismo, y lleno de previsión. Su gran placer

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era asistir a otros hombres, y hacer acciones atrevidas; a echar a perder .sus contrincantes, y dar en una gran parte a sus amigos. El hombre más valiente vivo, y uno que jamás conoció el temor. Una y una vez cabalgaba, hasta el momento en que en una tierra solitaria cayó vio una llama parpadeante, y cuando llegó a ella, allá ardió y ardió cerca de una casa. Ningún caballo, mas la abuela podía montar esa llama; ningún hombre vivo, mas Sigurd se sienta mientras que se brinca a través de ella. En la casa había una doncella justa, armada de pies a cabeza, en un sueño profundo. Brynhildr, la hermana de Atli, era su nombre, una Valquiria, una corse-elegir; mas por intencionalidad había dado la victoria al lado equivocado, y Odín en su ira había empujado la espina del sueño en su capa, y la puso bajo una maldición para dormir allá hasta el momento en que un hombre suficientemente valiente para cabalgar mediante esa llama vino a liberarla, y ganarla por su novia.Entonces se despertó, y le enseñó todas y cada una de las runas y sabiduría, y juraron quererse el uno al otro con un poderoso juramento, y después Sigurd la dejó y cabalgó.

Sólo montó a la sala del rey Giuki, Giuki el Niflung, rey de Frankland, cuya esposa era Grimhildr, cuyos hijos eran Gunnar y Hogni, cuyo hijastro era Guttorm, y cuya hija era la preciosa Gudrun. Acá al comienzo estaba lleno de Brynhildr, y todo por regresar a buscar a su cautivadora novia de la soledad cayó. Mas Grimhildr fue dado a las artes oscuras; ansiaba el valiente Volsung por su hija, le preparó el philtre del olvido, lo drenó, olvidó a Brynhildr, juró la amistad de un hermano con Gunnar y Hogni, y se casaron con la hermosa Gudrun. Mas ahora Giuki deseaba una esposa para Gunnar, y de este modo desenfadó hizo seducir a los hermanos y a su amigo del seno, mas a quién escogerían, salvo a Brynhildr, la hermana de Atli, que se sentaba allá aún sobre la caída, aguardando al hombre que estaba

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boba lo bastante para atravesar la llama parpadeante. Ella sabía, mas uno podía hacerlo, y aguardó a que el que regresara. Conque había dado a quien pudiese montar esa llama debería tenerla a su esposa. Conque cuando Gunnar y Hogni lo alcanzaron, Gunnar cabalgó en él, mas su caballo, si bien bueno si bien fuera, se desvía de la llama fiero. Entonces, por las artes mágicas de Grimhildr, Sigurd y Gunnar cambiaron de forma y brazos, y Sigurd brincó sobre la espalda de La abuela, y el buen comquilla lo llevó valerosamente mediante la llama. Conque Brynhildr, la orgullosa doncella, fue ganada y obligada a ceder. Esa noche fue su boda; mas cuando se acostaron a reposar, Sigurd desembrolló su espada le despreotable a Gram, y la dejó desnuda entre ellos. Por la mañana siguiente, cuando se levantó, tomó el anillo que Andvari había puesto bajo la maldición, y que estaba entre los tesoros de Fafnir, y se lo dio a Brynhildr como un «regalo de la mañana», y le dio otro anillo como promesa. Entonces Sigurd volvió a sus compañeros, y tomó su forma nuevamente, y después Gunnar fue y demandó a Brynhildr, y la llevó a casa como su novia. Mas tan pronto como Gunnar se casaron antes que se abriesen los ojos de Sigurd, el poder del philtre murió, recordó todo cuanto había pasado, y el juramento que había jurado a Brynhildr. Todo esto volvió sobre él cuando era demasiado tarde, mas era sabio y no afirmó nada a este respecto.

Bueno, conque las cosas prosiguieron, hasta el momento en que un día Brynhildr y Gudrun bajaron al río a lavarse el pelo. Entonces Brynhildr se metió en el riachuelo tan lejos como pudo, y afirmó que no tendría en su cabeza el agua que afloraba de Gudrun; para ella era el marido más valiente. Conque Gudrun se fue tras ella, y afirmó que el agua debe

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que venga en su pelo primero, pues su marido llevó la palma de Gunnar, y de todos los otros hombres vivos, pues mató a Fafnir y Re-in, y se llevó su herencia. —Ay —dijo Brynhildr—, mas fue una obra más digna cuando Gunnar atravesó la llama, mas Sigurd no se atrevió a procurarlo». Entonces Gudrun se rió, y dijo: «¿Piensas que Gunnar verdaderamente montó la llama? Me fui a la cama con esa noche, que me dio este anillo de oro. Y en lo que se refiere a ese anillo que tienes en tu dedo, y que tienes como tu «regalo de la mañana», su nombre es el botín de Andvari, y que no creo que Gunnar buscase en el Brezal Refulgente.Entonces Brynhildr sostuvo su paz y se fue a casa, y su amor por Sigurd volvió, mas se transformó en odio, pues se sintió traicionada. Entonces le alentaba a Gunnar para vengarse de su mal. Al fin los hermanos ceden a sus súplicas, mas fueron hermanos jurados a Sigurd, y romper ese juramento por la escritura era algo inaudito. No obstante, lo rompieron en espíritu; por encantos y oraciones pusieron en Guttorm su medio hermano, y de esta forma en la noche, mientras que Gudrun mantenía al hombre más valiente vivo veloz encerrado en sus brazos blancos, el asesino birló a la cama y condujo una espada a través del héroe. Entonces Sigurd se volvió y se retorció, y cuando Guttorm escapó lanzó a Gram tras él, y la hoja aguda lo tomó bajo la cintura, y su cabeza se cayó de la habitación y sus talones adentro, y ese fue el final de Guttorm. Mas con venganza el amor de Brynhildr retornó, y cuando Sigurd fue puesto sobre la pila de su corazón se rompió; reventó en un canto profético de los males que estaban por venir, los hizo ponerla a su lado con Gram entre ellos, y de este modo fue a Valhalla con su viejo amante. De esta manera se cumplió la maldición de Andvari.

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Gudrun, la viuda agotada, se distanció. Tras un tiempo, admite la expiación de sus hermanos por la pérdida de su marido, y se casa con Atli, el rey huno, el hermano de Brynhildr. Apreciaba un rencor contra los hijos de Giuki por la argucia que habían practicado contra su cuñado, que había quebrantado el corazón de su hermana, y aparte de ser reclamado, a la derecha de Gudrun, todo el oro que Sigurd ganó del Dragón, mas que los príncipes niflung habían tomado cuando fue asesinado. Fue en balde atacarlos en una lucha justa, con lo que les mandó un mensaje amistoso, y los invitó a un banquete; van, y son dominados. El corazón de Hogni está cortado de él vivo, mas aún sonríe; Gunnar es lanzado en un pozo lleno de víboras, mas aun entonces les chifla dormir con su harpa, todos menos uno, que vuela sobre su corazón y lo pica hasta la muerte. Con ellos fallecieron el secreto del acaparamiento del Dragón, que habían lanzado al Rin mientras que lo cruzaban en el camino a Hun-land. Ahora viene el horror del horror. La venganza por sus hermanos ahora pertenece a Gudrun; mata con su mano a sus 2 hijos por Atli, lo hace comer su carne, y tomar su sangre de sus cráneos, y, mientras que el rey dormía el sonido, lo mató en su cama por la ayuda del hijo de su hermano Hogni. Entonces prendió fuego a la sala, y quemó todo cuanto había en ella. Tras eso se fue a la ribera del mar, y se lanzó para ahogarse.Mas las profundidades no la van a tener, las olas la llevan a la tierra del rey Jonakr. Se casa con ella, y tiene 3 hijos con ella, Saurli, Hamdir y Erp, de pelo negro como cuervos, como todos y cada uno de los Niflungs. Svanhild, su hija de Sigurd, que tenía los ojos refulgentes y horribles de su padre, aún tiene con ella, ahora medró para ser la más bella de las mujeres. Con lo que cuando Hermanaric el

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Mighty, el enorme rey gótico, oyó charlar de la belleza de Svanhild, mandó a su hijo Randver a seducirla por él, mas Bikki el Falso afirmó a los jóvenes: «Mejor lejos eran esta doncella para ti que para tu viejo padre»; Entonces Bikki fue y le afirmó al rey, y Hermanaric les solicitó que tomaran y colgasen a Randver al unísono. Con lo que en su camino a la horca, el príncipe tomó a su halcón y arrancó sus plumas, y se lo mandó a su padre. Mas cuando su señor lo vio, supo inmediatamente que, como el halcón estaba sin plumas y también inútil de volar, asimismo lo era su reino indefenso bajo un viejo y también hijo rey. Demasiado tarde mandó para detener el ahorcamiento; su hijo ya estaba fallecido. Conque un día, mientras que volvía de la caza, vio a la hermosa Svanhild lavándose sus cerraduras de oro, y llegó a su corazón de qué forma se sentó, la causa de su aflicción; y y sus hombres cabalgaron contra ella y sobre ella, y sus mesurados la pisaron hasta la muerte. Mas cuando Gudrun oyó esto, se puso en sus 3 hijos Niflung para vengar a su hermana. Byrnies y timones que les dio tan cierto que ninguna espada los mordería. Iban a hurtar en Hermanaric mientras que dormía; Saurli iba a cortarse las manos, Hamdir los pies, y Erp su cabeza. Conque conforme los 3 avanzaban, los 2 le preguntaron a Erp qué ayuda les daría cuando llegasen a Hermanaric. «Como la mano se presta a los pies», afirmó. «No hay ayuda en lo más mínimo», exclamaron; y pasando de las palabras a los golpes, y por el hecho de que su madre amaba más a Erp, lo mataron. Un tanto más adelante en Saurli tropezó y cayó cara adelante, mas se salvó con una mano, y dijo: «Acá la mano ayuda a pie; mejor si que Erp vivió. Conque se aproximaron a Hermanaric mientras que dormía, y Saurli le quitó las manos, y Hamdir los pies, mas se despertó y llamó a sus hombres.

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[párrafo continúa] Entonces afirmó Hamdir?» Si Erp estuviese vivo, la cabeza se apagaría, y no podía llamar». Entonces los hombres de Hermanaric se levantaron y se llevaron el twain, y cuando se percataron de que ningún acero los tocaría, un anciano tuerto les dio consejos para lapidarlos hasta la muerte. De esta manera cayeron Saurli y Hamdir, y poco después Gudrun murió asimismo, y con sus fines el Volsung y el cuento Niflung.

Y acá merece la pena decir, en tanto que ciertas psiques están tan de manera estrecha moldeadas para ser inútiles de contener más de una idea, que debido a que ha semejado un deber describir en su auténtica luz la vieja fe de nuestros ancestros, de ningún modo prosigue que exactamente los mismos ojos son ciegos a la gloriosa belleza de la mitología griega. Eso tenía la extraña ventaja de correr su curso libre y sin limitaciones hasta el momento en que cayó más bien por la decadencia natural que ya antes del arma de una nueva creencia. Los helenos eran ateos antes que se transformaran en cristianos. Su fe había pasado por todas y cada una de las etapas. Podemos contemplarlo conforme aflora del símbolo de mala manera sutil, a lo largo de esa fase en la que los ojos de los hombres se fijan más en el significado y la realidad que en la belleza y la manera, podemos marcar de qué forma se ve gradualmente más a la simetría y la manera, de qué manera se transfigura en las Artes, hasta el momento en que, bajo ese aire puro y cielo refulgente, las refulgentes figuras brillantes de Apolo y Afrodita, de Zeus y Liceo, ?de la veneración perfecta del hombre y la veneración de la mujer,?se resaltan claras y redondas en primer plano contra la distancia nublosa. De esa distancia nublosa la fe del norteño jamás surgió. Lo que esa primera fase de la fe podría haber sido, si alguna vez se hubiese casado con las Musas y hubiese aprendido a cultivar las Artes, es imposible decirlo. De esta manera las estadísticas, su carrera se vio interrumpida

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o curso medio. Prosiguió con ella ese pálpito melancólico de disolución que ha llegado a ser tan propio de la vida moderna, mas de la que apenas hay un indicio en los tiempos viejos, y este sentimiento siempre y en toda circunstancia lo habría hecho diferente de ese desatiendo alegre que de esta manera nos atrae en los griegos; mas aun ese corazón infundido era capaz de concebir grandes y heroicos pensamientos, que podría haber vestido en formas y formas nobles, no había cortado el hacha de la Providencia el imponente árbol en el norte antes que llegase a ser un árbol, al tiempo que excusaba los pinos de Delfos y los robles sagrados de Dodona, hasta el momento en que habían alcanzado una edad verde. Y de esta manera esta fe se sostuvo grosera y áspera; mas aun la grosería tiene una simplicidad propia, y es mejor ser áspero y leal que pulimentado y falso. En todos y cada uno de los sentimientos de cariño natural, esa fe no tiene por qué razón temer ninguna comparación con ninguna otra sobre la tierra. En estos aspectos es firme y firme como una roca, y pura y refulgente como un manantial vivo. El Dios más alto es un padre, que resguarda a sus hijos; que les da gloria y victoria mientras que viven, y cuando mueren los lleva a sí mismo; a esas moradas paternes la muerte fue un feliz regreso, un glorioso regresar a casa. A la vera de este gran padre se halla una diosa honorable, deslumbrante de belleza, la enorme madre de dioses y hombres. De la mano esta pareja divina atraviesa la tierra; enseñaba a los hombres el empleo de las armas y todas y cada una de las artes de la guerra, para la guerra era entonces como un noble llamamiento, y para manejar las armas una profesión venerable, no precisa. A las mujeres enseña deberes familiares y las artes de la paz; de ella aprenden a hilar, y coser, y girar; de ella, asimismo, el labrador aprende a labrar sus campos. ¿De

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sestra poesía y canto; de su historia de leyenda y tradición.Tampoco hay que olvidar jamás que los pasos de la Providencia siempre y en toda circunstancia están de ahora en adelante, aun cuando semejan tomados en la obscuridad, y que su fe grosera fue la primera en la que brotó esa adoración por las mujeres, que las naciones occidentales bien pueden demandar como la joya más refulgente en su corona de civilización; que mientras que era una esclava en Oriente, un juguete para los helenos y una ama de la casa para los romanos, era una ayuda para los teutón, y que esos guerreros severos reconocieron algo divino en su naturaleza, y se inclinaron ante su visión más clara de los misterios divinos. El culto a la ginebra Vin María se desarrolló gradualmente desde esta concepción del carácter de la mujer, y habría sido algo absurdo y también imposible si el cristianismo se hubiese aferrado por siempre al suelo oriental. Y ahora proceder, tras separarse de esta manera para cotejar la mitología del heleno con la fe del norteño. El fallo es favorecer a uno o bien otro solamente en vez de respetar y admirar ambos; mas es un fallo en el que solo pueden caer, cuyas ánimas son angostas y recluídas, que afirmarían esto y esta persona que amarás, y ninguna otra; esta forma y característica que adorará y adorará, y esto solo; cuando realmente toda la tierra prometida de pensamiento y vida está ante nosotros a nuestros pies, nuestra naturaleza nos anima a entrar y tenerla, y cada paso que damos en este nuevo planeta de conocimiento nos lleva a nuevas perspectivas de belleza, y a nuevos pastos de placer.

Such eran los dioses, y semejantes los héroes del nórdico; que, como sus dioses, fueron sonriendo hasta la muerte bajo el peso de un destino ineludible. Mas ese destino jamás cayó sobre sus dioses. Ya antes de este mitológico subjetivo

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sueño de los norteños podía cumplirse, la bruma religiosa en la que paseaban fue desperdigada por los rayos de sol del cristianismo. Brotó un nuevo estado y condición de la sociedad, y el credo que había satisfecho a una raza de guerreros paganos, que externamente estaban en guerra con todo el planeta, se transformó en el tiempo en objeto de horror y inquina al cristiano transformado. Este no es el sitio para describir la larga lucha entre la nueva y la vieja fe en el Norte; de qué manera los reyes y las reinas se transformaron en los progenitores adoptivos y las madres lactantes de la Iglesia; de qué forma los grandes jefes, cada uno de ellos un pequeño rey en sí, desdeñaron y ridiculó todo el esquema como totalmente enclenque y afeminado; de qué forma la mayoría de la gente era arisco y sospechoso, y con frecuencia reventó en un motín pagano; de qué forma los reyes se levantaron y los reyes cayeron, de la misma manera que tomaron uno o bien otro lado; y de qué forma, por último, tras un concurso que había durado por completo más de 3 siglos, Dinamarca, Noruega, Islandia y Suecia?los atropellamos en el orden de la conversión se volvió leal al cristianismo, tal y como lo predicaron los misioneros de la Iglesia de la ciudad de Roma. Un hecho, no obstante, debemos insistir, que podría deducirse, en verdad, tanto de la naturaleza de la lucha misma, como del carácter de Roma; y es que durante todo hubo algo en el proceso de conversión de la naturaleza de un compromiso?de lo que podemos llamar el enorme principio de «dar y tomar». En todas y cada una de las iglesias cristianas, de hecho, y en ninguna tanto como la Iglesia de la ciudad de Roma, nada es tan parco, tan elevado y tan grande, como el tono inflexible en el que los grandes dogmas de la Fe son enunciados y proclamados. Nada es más espléndido, resumiendo, que la teoría del cristianismo; mas nada es más malo

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y miserable que la manera de servir en el tiempo en la que esos dogmas son arrastrados al nivel desganado de la vida diaria, y esa teoría excelente reducida a la práctica ordinaria. En la ciudad de Roma, era cierto, que el Papa podía felicitar a los fieles de que naciones enteras en el norte salvaje y congelado se habían añadido al auténtico redil, y que los sombríos vencedores de Odín ahora creían universalmente en el evangelio de la paz y el amor. Es tan simple deshacerse de una lucha incierta en una oración, y tan tentador creerla en el momento en que una vez escrita. Mas en el norte, el estado de las cosas, y la manera de proceder eran absolutamente diferentes. Allá se proclamó el dogma, de hecho; mas la manera de predicar no estaba en ese espíritu suave con el que el Salvador amonestó al acólito cuando dijo: «Pon otra vez tu espada en su sitio, por el hecho de que todos y cada uno de los que tomen la espada morirán con la espada.» Allá se utilizó la espada para llevar a los conversos a la fuente, y el bautismo era de manera frecuente uno más bien de sangre que de agua. Allá los nuevos conversos recayeron perpetuamente, espantaron a los misioneros y a los reyes que los resguardaron, y solo cedieron al fin al peso apabullante de la opinión cristiana en Occidente. San Olof, rey y mártir, torturados en una batalla camping por sus amotinados freemen alodiales, pues trató de conducir en vez de llevarlos a la cruz; y otro Olof, más grande que , Olof Tryggvason, que cayó en batalla contra los suecos paganos, eran hombres de sangre en vez de paz; mas a ellos la introducción de la nueva fe en Noruega se debe primordialmente. De esta forma asimismo Carlomagno, en un periodo precedente, había tratado con los sajones en el Puente Primordial, cuando su ultimátum era, «Cristianismo o bien muerte». Con lo que asimismo el primero

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misión a Islandia,que se reunió, en verdad, con una lamentable recepción?fue seguido por un vencedor robusto llamado Thangbrand, que, toda vez que había lo que deberíamos llamar una asamblea misionera desafió a cualquier impugnante de las nuevas doctrinas al combate mortal en el acto. No extraña que, tras haber matado a múltiples contrincantes en el pequeño recorrido que hizo con su amigo misionero por medio de la isla, se hizo demasiado caliente para retenerlo, y , y el misionero, y el nuevo credo, se vieron obligados a tomar el navío y navegar de regreso a Noruega.

«Precepto por precepto, línea por línea, acá un tanto, y allá un tanto», era el leimotiv de la ciudad de Roma en sus tratos con los norteños paganos, y si se amoldaba al comienzo más bien a sus hábitos y carácter que a los de las naciones más alumbradas, tenía una disculpa en la máxima de San Pablo de hacerse «todas y cada una de las cosas a todos y cada uno de los hombres».De esta forma, en el momento en que un segundo intento de convertir Islandia resultó más triunfante mientras, el rey Olof Tryggvason, un cristiano receloso, se había apoderado de los rehenes de todos y cada uno de los islandeses de familia y fama que estaban en Noruega, y por ende trabajó en los sentimientos de los jefes de esas familias en casa, que por su parte sobornaron al policía que encabezaba la Gran Reunión para pronunciarse en favor de la nueva Fe?incluso entonces a los seguidores de la vieja religión, se les dejó efectuar sus ritos en secreto, y 2 viejas prácticas paganas solo estaban de manera expresa prohibidas, la exposición de los bebés y el comer de la carne de caballo, pues los caballos eran animales sagrados, y los paganos comían su carne después de ser sacrificados ceremoniosamente a los dioses. En verdad, es considerablemente más simple mudar una forma de religión que extraer una fe. El primero de hecho

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No es cuestión simple, como bien saben los estudiantes de historia, que están familiarizados con la tenacidad con la que una enorme proporción de la nación inglesa se aferró a la Iglesia de la ciudad de Roma, mucho una vez que el Estado hubiese declarado la Reforma. Mas mudar la fe de una nación en bloque y al peso en el momento, era algo contrario a la obra ordinaria de la Providencia, y ignota aun en los días de milagros, si bien los días de milagros habían cesado a lo largo de bastante tiempo cuando Roma avanzó contra el Norte. Allá era más político levantar una cruz en la floresta donde el árbol sagrado había estado una vez, y apuntar al distintivo sagrado que había suplantado el viejo objeto de la veneración nacional, cuando la población llegó a determinadas estaciones con canciones y bailes para interpretar sus ritos paganos. Cerca de la cruz pronto se levantó una iglesia; y los dos estaban al lado de un camposanto, cuyo suelo era doblemente sagrado como un fane pagano y un santuario cristiano, y donde solo los cuerpos de los fieles podían reposar en paz. Mas las canciones y bailes, y las procesiones en el camposanto en torno a la cruz, prosiguieron mucho una vez que el cristianismo se había vuelto dominante. De esta manera asimismo se convirtió la veneración de los pozos y la primavera cuando se halló imposible prevenirlo. Grandes iglesias brotaron sobre o bien cerca de ellos, como en Walsingham, donde una abadía, el sitio más sagrado de Inglaterra, tras el santuario de Beato Tomás en Canterbury, lanzó su imponente sombra sobre el pozo de los deseos paganos, y los adoradores de Odín y el Nornir se transformaron gradualmente en devotos de la Virgen María. Semejantes prácticas forman un tema de incesante queja y reproche en los tratados y epístolas penitenciales de los divinos medievales, y en ciertos pocos

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situos y también iglesias, aun en Inglaterra, semejantes ritos aún se festejan anualmente. 1

So, asimismo, otra vez con los dioses viejos. Fueron expulsados del honor, mas no del poder. Perdieron su excelente repercusión afable como los protectores de los hombres y el origen de todas y cada una de las cosas buenas; mas su existencia fue tolerada; se volvieron poderosos para los enfermos, y decayeron en diablos malignos. Por consiguiente, los adoradores de Odín habían supuesto que en determinados instantes y también intervalos extraños los buenos poderes se desabrochaban en forma anatómico a los ojos mortales, pasando por la tierra en progreso divino, trayendo bendiciones en su tren, y recibiendo a cambio las ofrendas y el homenaje de sus devotos agradecidos. Mas estos eran naturalmente solo casos excepcionales; a veces ordinarias, los piadosos paganos reconocieron a sus dioses barriendo el aire en la nube y la tormenta, cabalgando en las alas del viento, y hablando con acentos terribles, mientras que la tempestad ululaba y rugía, y el mar sacudió su melena blanca y su cresta. Tampoco dejó de verlos en el polvo y el ruido de la batalla, cuando Odín apareció con su horrible timón, socorrándose con los suyos, golpeando el temor en sus oponentes, y transformando el día en muchas riñas dudosas; o bien en el alboroto de la prosecución, donde el poderoso cazador en su veloz comed, visto en atisbes entre los árboles, tomó la caza donde los mortales cansados la pusieron, los superó a todos, y trajo la cantera noble al suelo. Mirando cara las estrellas y el cielo, vieron los pasos de los dioses

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marcado en el refulgente camino de la Vía Láctea; y en el Oso saludaron al carro de la guerra del dios del guerrero. Las grandes diosas asimismo, Frigga y Freyja, eran divinidades familiares absolutamente trasnochadas. Asisten a las mujeres en su mayor necesidad, se viran, enseñan a las criadas a virar, y las castigan si la lana continúa en su husillo. Son afables, buenos y refulgentes, por el hecho de que Holda, Bertha, son los epítetos que se les dan. Y de esta manera, asimismo, esta mitología que, en su aspecto cara el extraño y el planeta externo, era tan maligna y horrible, cuando se miraba desde dentro y en casa, era excelente, y afable, y rebosante, y ofrece otra prueba de que los hombres, en todas y cada una de las edades y tiempos, no son tan malos como parecen; que tras todo, la paz y no la guerra es el estado apropiado para el hombre, y que una nación puede hacer la guerra a el resto y existir; mas que salvo que tenga paz dentro, y la industria en el país, debe morir de la faz de la tierra. Mas cuando llegó el cristianismo, todo el carácter de esta buena pluralidad de divinidades se agrió y se estropeó. En vez de la majestativa procesión del Dios, que el ojo intensamente sensual del hombre en ese tiempo temprano conectaba con todos y cada uno de los fenómenos de la naturaleza, el pueblo fue llevado a pensar en una espantosa banda de espectros espantosos, que proseguían a un guerrero infernal o bien cazador en tumulto terrible a través del aire de medianoche. Indudablemente, como Grimm apunta con razón, 1 los paganos habían imaginado con cariño que los espíritus de los que habían ido a Odín lo prosiguieron en su progreso triunfante, así sea perceptible o bien invisible; que cabalgaron con él en el torbellino, de la misma manera que lo prosiguieron a la batalla, y se festejaron

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con él en Valhalla; mas ahora la creencia cristiana, cuando había degradado al poderoso dios en un cazador de diablos, que persiguió su ronda nocturna en la prosecución de las ánimas humanas, vio en el tren del profesor infernal de la caza solo los fantasmas de suicidios, borrachos y rufianes; Esta fue la manera en que brotó esa superchería extendida, que ve en los espectros de las nubes las formas del Cazador Salvaje y su equipo maldito, y los osos, en las noches de primavera y otoño, cuando las aves marinas toman el ala para volar así sea cara el sur o bien cara el norte, los acentos extraños y los chillidos groseros con los que la prosecución se presiona en el aire superior. Por tanto, en Suecia prosigue siendo Odín quien pasa; en Dinamarca es la caza del rey Waldemar; en Noruega es Aaskereida, que es el vehículo de Asgard; en Alemania es Wode, Woden, o bien Hackelberend, o bien Dieterich de Berna; en Francia es Hellequin, o bien el rey Hugo, o bien Carlos V, o bien, dejando caer un nombre por completo, es Le Grand Veneur quien se extiende de noche a través del bosque de Fontainebleau. Tampoco Inglaterra sin su Caza Salvaje y sus espantosos siguientes. Gervase de Tilbury, en el siglo XII, podía contarlo del rey Arturo, en torno a cuyo poderoso nombre se asentó la superchería, por el hecho de que había oído de los silvicultores de qué forma, «en días alternos, sobre el lleno de la luna, un día al mediodía a medianoche cuando la luna relució refulgente, se vio un poderoso tren de cazadores en caballos, con perros de lauro y racha de cuernos; y cuando se les preguntó a esos cazadores de su compañía y hogar, respondieron ‘de Arthur'». Nosotros

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esperó de él nuevamente en «El Complaynt de Escocia», esa curiosa composición atribuido por ciertos a Sir David Lyndsay del Monte en Fife, y de Gilmerton en East Lothian, págs. noventa y siete, noventa y ocho, donde afirma?

Arthur knycht, incursionó en Nycht,

Con espolón gyldin y lycht candil.»

No deberíamos olvidar, al estimar esta historia de leyenda, esa historia de Herne el Cazador, que

«En ocasiones un guardián acá en el bosque de Windsor,

Sótere todo el invierno, a medianoche

A recorrer en torno a un roble, con grandes cuernos ragg’d;

Y allá explota los árboles, y se lleva el ganado,

Y hace que milch-kine ceda sangre, y sacude una cadena

De la forma más terrible y horrible.» 1

Y todavía, en múltiples unas partes de Inglaterra, la historia de un enorme hombre, por norma general un miembro de una de las familias del condado, que conduce por el país de noche, es común. Por tanto, en Warwickshire, es el «Boughton con una sola mano», que conduce en su bus y 6, y hace que el viajante desconcertado sostenga las puertas abiertas para él; o bien es «Lady Skipwith», que pasa por el país de noche de exactamente la misma forma, Este tema podría ser perseguido a considerablemente mayor longitud, en tanto que la tradición popular está repleta de semejantes historias; mas se ha dicho lo bastante para enseñar la horrible presencia de un Dios glorioso que puede transformarse en una superchería sombría; y, al tiempo, de qué manera la majestad de la vieja creencia se esmera por salvarse aferrándose, en la conciencia popular, a algún rey o bien héroe, como Arturo o bien Waldemar, o bien, en su defecto, a la familia de algún escudero, como Hackelberend,

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o bien el «Comprado con una sola mano», o bien aun al Protejo Herne.

Odin y los ?sir entonces fueron despojados y degradados por nuestro Salvador y sus Apóstoles, del mismo modo que lo habían tirado de viejos Gigantes de Escarcha, y los 2 se mezclan juntos, en la tradición méiaca, como Trolls y Gigantes, hostiles por igual al cristianismo y al hombre. El cristianismo había tomado posesión» en verdad, mas estaba alén de su poder para matar. A este medio resultado, la veloz corrupción de la Iglesia de la ciudad de Roma no prestó poca ayuda. Sus doctrinas, como las enseñaron Agustín y Bonifacio, por Anschar y Sigfrid, eran de manera comparativa suaves y puras; mas apenas se había tragado el pagano del norte, de igual forma que el lobo debía tragarse a Odín en el «Crepúsculo de los dioses», que cayó en un sopor mortal de fe, que lo puso fuera de su poder para digerir su comida. Gregorio Vii, escogido Papa en mil setenta y tres, arrancó al clero de los nudos de la vida familiar con una garra que hirió cada fibra de aprecio natural, y la hizo sangrar hasta la raíz. Con el celibato del clero estableció la jerarquía de la Iglesia, mas sus trabajos como iglesia misionera habían terminado. De ahora en adelante no trabajó por misioneros y apóstoles, sino más bien por cruzadas y toros. Ahora levantó poderosos armamentos para recobrar el suelo estéril del Beato Sepulcro, o bien para aniquilar a los albigenses herejes. Ahora estableció grandes órdenes, templarios y hospitalarios, cuyo orgullo y lujo y pompa trajo una veloz destrucción en una cuando menos de esas hermandades. Ahora se volvió feudal, tenía tierras en vez de corazones, y olvidó que el auténtico patrimonio de San Pedro eran las ánimas de los hombres. No extraña que, con la barbarie de los tiempos, pronto

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cumplió las palabras del Apóstol: «La que vive en el lujo está fallecida mientras que vive», y se llenó de supercherías ociosas y opiniones vanas. No extraña, entonces, que en vez de llenar su conquista sobre los paganos, y hacer su conversión, misma se transformó en mitad pagana; que adoptó los cuentos y tradiciones de la vieja mitología, que jamás había sido capaz de extraer, y los narró de nuestro Señor y de sus apóstoles. No extraña, entonces, que tras haber descuidado su misión de ser el primer poder de la inteligencia en la tierra, cayó como Lucifer cuando la bruma del feudalismo medieval se distanció, y la luz del aprendizaje y la educación retornó?cayó frente a la indignación de los hombres alumbrados, trabajando sobre la opinión popular. Desde ese día, si bien ha alterado sus planes, y remodelado sus supercherías para amoldarse a los tiempos, jamás ha recuperado la supremacía que, si hubiese sido sabia en un auténtico sentido, parecía destinada a sostener por siempre.

Footnotes

lxxxi:1 «Los dedos de Bogda Gesser Cham», por I. J. Schmidt, Petersburg y Leipzig, mil ochocientos treinta y nueve.

lxxxii:1 Oxford Ensayos para 1858: «Los norteños en Islandia.»

ciii:1 Véase Anécdota y Trad., Camd. mil ochocientos treinta y nueve, págs. noventa y dos fol. Véanse asimismo los pasajes de las leyes anglosajonas contra el «bien despertado», que Grimm ha compendiado, D. M., p. quinientos cincuenta.

citis:1 D.M., p. novecientos. W?tendes heer.

cvi:1 Merry Wives of Windsor, Act iv. sc. cuatro.